Conociendo a Dimitri Verhulst

Verhulst nació en Aalst en el seno de una familia desestructurada y pasó su infancia en hogares de acogida e instituciones. Su obra ha sido publicada en más de veinte idiomas y ha obtenido diversos reconocimientos literarios. La adaptación al cine de su novela La miseria de las cosas ganó el premio Arte y Ensayo en el Festival de Cannes de 2009, fue premiada también en el 17º Festival Internacional de Cine de Hamptons y representó a Bélgica en la 82ª Ceremonia de los Premios Oscar en la categoría a la mejor película extranjera.

En su última publicación Nuestro corresponsal en el vacío relata la vida y las experiencias de un narrador
atormentado, adicto y con ideas suicidas.

La primera impresión que tuvimos de él es su gran sentido del humor y su actitud arriesgada para cumplir con los compromisos. Por un error en el cálculo del tiempo, Dimitri perdió el avión que le tenía que llevar a Barcelona y, sin pensarlo mucho, apretó el acelerador de su coche para llegar a tiempo desde alguna población francesa. Esta anécdota nos la explicó entre risas y con cierta ironía que nos hizo empatizar
con él, a la vez que nos sentimos agradecidos por su esfuerzo (a pesar de las posibles multas de exceso de
velocidad).

Verhulst siente un gran amor por la literatura y la creatividad, tanto es así que no le gustan las vacaciones. Se lo pasa bien trabajando en su pasión, sucumbe en el desenfreno de la creación. Su modus vivendi se basa en la necesidad de crear. Se considera nihilista y anarquista. Se interesa por las personas que fracasan, ya que piensa que son más reales y le gustaría poder volver a épocas en que se mostraba la infelicidad a través del arte. Para él, enseñar la miseria es una forma de avanzar y sugiere la creación del museo de los fracasos bonitos. El hombre falla cuando tiene metas muy elevadas.

Durante la charla se habló de la disciplina y la autodestrucción en el trabajo, del carácter y la maestría del artista, del talento de la bestia de la noche para la vida desenfrenada; de la pulsión suicida como ejercicio de filosofía. Y la predestinación del hombre en el cosmos. Dichos elementos están presentes en su última publicación Nuestro corresponsal en el vacío. En ella vemos como Dimitri muestra un gran conocimiento del alma humana, mostrando la cara más cruel de nuestra realidad si hubiéramos dado un paso en falso, si hubiéramos tomado una decisión incorrecta; si nos hubiéramos dejado atrapar por la faceta más adictiva de la
vida. El protagonista, escritor de profesión, teme convertirse en su padre. Una existencia de adicciones y desgracias que ha moldeado una persona parecida a la que fue su progenitor (que murió de cáncer). Ahora, un bulto en el cuello comparte protagonismo de su preocupación con el vacío que le supone vivir. Así, de feria literaria en feria literaria, el personaje persigue la felicidad sin saber muy bien qué es, mientras visita innumerables bares de mala muerte para dar algo de aliciente al día.

Dimitri Verhults escribe para comunicar, piensa en el lector como el destinatario de su trabajo. Lo considera parte del arte. El viaje de la escritura lo disfruta en todo su trayecto. Comprende el mundo viviéndolo y escribe durante el camino. La disciplina no se inventó para él, no la necesita, ya que le gusta lo que hace. Vive entre la ciudad y el entorno rural, y así consigue un remanso de paz. Se considera minimalista, odia los
poetas de la naturaleza, pero comprende que ahora, con el cambio climático, son necesarios. Nuestro corresponsal en el vacío es una novela enmarcada en la auto ficción y, sobre ello, el autor nos explica que existe una falta de confianza en la ficción; lo contrario de las noticias falsas (fake news), aunque tienen un mecanismo parecido. En la ficción es importante expresarse y en los bulos, mostrarse.

Acabó la charla autoetiquetándose como un “fantástico idiota inútil”. Y, en mi humilde opinión, creo que es una gran persona, con un pensamiento abierto a recuperar lo bueno de la historia para aplicarlo a un futuro esperanzador. Y, mientras, escribe reflejando una realidad poco esperanzadora.

©Genaro Raudo

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