OTROS, NADIE Y DESPUÉS… YO

—¿Recuerdas el viaje que hicimos a Creta? Sería maravilloso volver— Decía mi esposa, mientras yo tomaba un sorbo de café.

—Ah sí, estuvo bien—respondí de forma monótona, mientras leía el diario.

—¿De qué sirve hablar contigo? ¡PREFIERO CHARLAR CON LA PARED!—Luego se levantó y golpeó con furia, la silla del comedor. Acto seguido, se marchó dando un portazo.

Ya estoy acostumbrado a este escenario, menciona viajes con un toque de vieja gloria y después, se enfada al ver mi indiferencia. Siento que esta vida no me pertenece y me siento estancado. El vacío se convirtió en mi fiel amante y la rutina se convirtió en su cómplice. ¿Dónde está la respuesta, a este sinsentido? Mi vida se convirtió en un bucle inundado de mierda. Intento buscar otra manera de vivir, pero no logro conseguirla.

Dejé a un lado el existencialismo mañanero, para tomar una ducha e irme rumbo al trabajo. Creí que la espuma de afeitar, se llevaría todo lo malo; al contrario, esta le brindó fuerzas para alterar la tranquilidad que me caracterizaba. No obstante, la voz de mi asistente me devolvió a la realidad.

—Sr. Parra, tiene una reunión a las 14:00hrs con los accionistas—Asentí con la cabeza y me levanté de la silla para ir a la sala de juntas.

Mientras los accionistas exponían sus propuestas para explorar nuevos negocios, un  móvil empezó a sonar de la nada.

—¡PARRA, NO ME DIGA QUE SU ESPOSA ESTÁ ENFERMA OTRA VEZ! —Gritó uno de mis colegas en tono arrogante, pensando que era mi móvil.

—Esther, mi asistente, es la que lleva mi móvil. Si hay una esposa enferma de celos, esa es la suya Riera—Los asistentes rieron con disimulo, mientras que Riera revisaba su americana y sus pantalones, buscando su móvil. El ruido no lo dejaba pensar y al final, vio que su portafolio vibraba con desesperación. Ahí estaba, tenía siete llamadas perdidas de ya sabemos quién. Su rostro estaba tan rojo de vergüenza y furia, que decidió salir.

Mientras Riera solucionaba sus problemas de faldas, yo me dispuse a cerrar el trato con los accionistas. Decidimos invertir en un negocio lucrativo y vivaz, que sería de gran ayuda para la gente. Queríamos celebrar nuestro éxito por todo lo alto, así que decidimos ir al bar de siempre. Todos ordenamos birras de diferentes variedades, comimos y bebimos hasta perder la conciencia. Mis colegas me vieron tan ebrio, que decidieron llevarme a otro lugar. Lo último que pude recordar era un olor dulce, similar al perfume de mujer.

Y ahora estoy, en una sala rodeado de hombres iguales a mí, cuando río ellos me acompañan, al llorar simpatizan con mi dolor. Aunque tenemos los mismos rasgos, la vestimenta es distinta. El primer hombre llevaba un traje elegante, el segundo tenía un atuendo veraniego y el tercero parecía un profesor universitario mal pagado. Todos tenían expresiones sospechosas ¿Acaso tenían algo que esconder? Decidí hablar con ellos, para saber un poco sobre mis enigmáticos acompañantes.

—¿Y tú, qué haces aquí? —Le pregunté al segundo hombre, ya que su estilo no era de fiar.

—Soy Luis Parra, dejé la universidad y ahora soy campeón de surf—respondió con un aire de superioridad, propio de los jóvenes.

—¡No es posible! ¡TENEMOS EL MISMO NOMBRE!—Sin dar crédito a lo que escuché, dirigí la mirada al tercer hombre. Transmite un aura de sensatez, quizás me brinde una respuesta coherente.

—¡Vaya, que yo también me llamo Luis Parra! Pero no abandoné la universidad, ahora soy docente de física en la Universidad de Granada. Estoy preparando un doctorado en Alemania e iré con mi chica, ya que le hace ilusión comprar un piso allá—. El tercer fulano, también me había robado el nombre. Luego, vi de reojo al primer hombre y…

—No me digas, ¿también te llamas Luis Parra?—Deduje en tono de burla.

—En efecto, pero mi profesión es diferente a la de vosotros. Cambié la ingeniería civil por la economía y ahora soy accionista de BetterLife, una multinacional dedicada a mejorar los servicios sanitarios de Europa.

—¡HOSTIA PUTA, TENEMOS LA MISMA PROFESIÓN!—Asustado, empecé a gritarles.

—¿QUIENES SON, QUE QUIEREN DE MÍ?—Perdí la calma mientras chocaba con objetos al azar.

—¡SOMOS TÚ Y NADIE A LA VEZ!—Gritaron al unísono mientras reían como locos. Estaba tan asustado con estos clones baratos, que resbalé y me caí al suelo. Intenté levantarme pero había algo viscoso con aroma metálico, que no me dejaba ir. De repente, las luces se encendieron.

En medio de la cruda, escuché gritos desesperados, sirenas de ambulancia y personas revisando el lugar. Una de las luces empezó a moverse sin cesar, reflejando mi rostro manchado de rojo ¿sangre o vino tinto? Tomé una de las manchas con el dedo índice y me la llevé a la nariz ¡ERA SANGRE! Comencé a revisarme el cuerpo buscando heridas, pero no sentía dolor.

Luego, me di cuenta que estaba rodeado de espejos con miradas perturbadoras, eran las mías. Grité hasta quedarme sin voz y las luces se reunieron en el lugar donde estaba. Toda la sala estaba inundada de sangre y a unos pocos pasos, yacía el cuerpo inerte de lo que parecía una mujer.

Debido a la conmoción, tuve que ir a gatas para distinguir mejor el cadáver y entonces descubrí, que no quedaban cosas que esconder, excepto que ya era demasiado tarde para cambiar mi relación sentimental. No podía deshacer lo que había hecho y en mi defensa, las soluciones ortodoxas para mis problemas personales, estaban fuera de discusión. Al fin y al cabo, había robado lo más importante: el corazón ensangrentado, de la mujer que más amaba.

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